Reflexiones sobre la mediación cultural

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No hace mucho tiempo alguien calificó Distrito 045 de proyecto de mediación cultural por su filosofía de proximidad y su propósito de convertirse en un punto de contacto entre los vecinos y la cultura del barrio de Arganzuela. Por otro lado, nos encontramos como sabrán nuestros lectores, inmersos en un profundo análisis de la institución cultural Intermediae, en Matadero Madrid, cuya labor se define desde su mismo nombre hasta los procesos de trabajo que desarrolla, como una labor de mediación cultural en el más amplio sentido de la palabra.

Por todo esto, hemos considerado necesario dedicar aquí unas líneas a este concepto de mediación, tan presente en los espacios culturales actualmente, y que ha sufrido una interesante evolución en los últimos años, clave para entender las prácticas creativas más vanguardistas.

Un breve repaso al término mediación nos lleva a las teorías psicológicas de Lev Vygotski, quien interpreta la asimilación activa de cultura a través de la interacción social por parte del niño, como motor esencial del desarrollo de la mente humana en un fenómeno que denominó mediación cultural. En otros ámbitos como la antropología, la sociología o las ciencias políticas se habla también de mediación, en la mayoría de los casos haciendo referencia a una figura o a un rol que media entre dos mundos, que trata de conectar dos realidades socioculturales, o bien que asume la parte neutral para buscar el entendimiento en un conflicto. En todos estos casos el mediador actuaría como un nodo, como un conector.

Pero, ¿qué ocurre en el ámbito de las artes y de la gestión cultural?

La mediación cultural de la que hablamos coloca la cultura en el centro, como espacio de acción colectiva. En el seno de la actividad cultural participan, entonces, el creador y el espectador en relación de igualdad. Pero el espectador ya no es espectador tal y como lo entendemos, sino que participa activamente en la producción artística, en la producción de discurso; conversa, escribe guiones, obras de teatro, interpreta, crea música… Al mismo tiempo, el artista o el gestor ya no imponen discurso estético, sino que tratan de fomentar que su público lo genere, que «pasen cosas».

En este sentido, muchos espacios culturales se han establecido como espacios de encuentro, de conversación entre artistas y públicos, de aprendizaje colectivo. De esta manera, más que como centros de exhibición de obra acabada actúan como conectores, tratan de crear relaciones de interés, compromiso y acción entre personas. Por otro lado, encontramos muchas iniciativas ciudadanas colectivas, más o menos amateurs, que intentan construir espacios compartidos, físicos, virtuales o de conocimiento, a través de la creación de redes horizontales e interdisciplinares de acción cultural.

En este contexto el proceso, la práctica misma, está por encima del resultado final y se explora sobre todo la colaboración entre personas y las posibilidades creativas que esta encierra.

Reinaldo Laddaga, en su libro Estéticas de la emergencia habla de un cambio del «antiguo régimen estético» a un nuevo «régimen práctico de las artes» y se refiere a algunas de las características que hemos comentado aquí como propias de este nuevo régimen. Habla de esta mutación como un eco cultural de la globalización y de los grandes cambios sociales, políticos y económicos que nos han llevado al siglo XXI.

La revolución tecnológica y de las comunicaciones, las redes sociales e internet, han originado por ejemplo, un espacio virtual abierto y democrático, donde ninguna corporación o autoridad dicta las reglas de generación de conocimiento, sino que este se forja colectivamente. Además, estamos ante una crisis del modelo jerárquico de trabajo y muchas empresas buscan estructuras más horizontales y flexibles de organización laboral. La crisis económica ha generado frustración y desconcierto, y ha impulsado a la ciudadanía a actuar “desde abajo”, cuestionando las estructuras de poder político establecidas…

¿Estamos en la era de la mediación cultural en las artes?

Aún es pronto para decirlo; no obstante, Distrito 045 se suma a esta tendencia e intenta conectar a los vecinos entre sí, y con esta red de nuevas prácticas culturales que buscan ser más próximas, abiertas, y participativas con el fin de crear un discurso común y no impuesto desde ningún núcleo de intereses ajenos.

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